Con un costo de US$2200 millones y una extensión de más de 5 kilómetros cuadrados, la planta de energía solar más grande del mundo entró en operación en febrero de 2014 en el desierto de California. La instalación cuenta con 350.000 espejos, cada uno del tamaño de una puerta de garaje, que reflejan la luz solar a calderas en la cima de las torres, las cuales crean vapor que mueve los generadores de energía.
Se espera que la planta produzca electricidad suficiente para abastecer a 140.000 hogares, lo que reduciría las emisiones de dióxido de carbono en más de 400.000 toneladas al año, una reducción que es bien recibida. En 2013 las emisiones en Estados Unidos de combustibles fósiles alcanzaron 5372m de toneladas métricas, un aumento del 1,9% respecto al año anterior.
La construcción de la planta no ha sido ajena a los escándalos. Su impacto en el medio ambiente, por paradójico que parezca, ha sido el objetivo de muchas críticas. El proyecto ha desplazado a miles de tortugas y matado cientos de aves en protección, incluyendo el águila dorada, debido al calor que produce.
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